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Cuidar y apoyar a una persona con demencia o Alzheimer puede resultar extremadamente estresante a veces. Por ejemplo, no se sabe qué esperar en cada momento y puede sentirse como vivir en un estado crónico de incertidumbre. Imagine cómo se siente esta pérdida gradual de control para la persona. Dado que la comunicación suele ser una de las primeras habilidades que se ven afectadas, no puede transmitir el miedo o la ansiedad que pueda estar experimentando. Aunque sea abrumador, existen maneras de aliviar el estrés y brindar estabilidad a alguien con demencia o Alzheimer.
Regulación a través de una rutina
En las primeras etapas de la demencia , la memoria de una persona con demencia comienza a verse comprometida. Sin embargo, está bien documentado que la memoria a corto plazo se ve afectada de forma mucho más directa que la de largo plazo. Si bien esto es prometedor, ya que la persona a menudo puede recordar momentos anteriores de su vida o infancia, así como las relaciones familiares y amistades que estableció en sus inicios, puede afectar gravemente las tareas cotidianas inherentes a su rutina diaria. Dado que la memoria a corto plazo comienza a debilitarse rápidamente y su sentido general del tiempo se desvanece, es fundamental mantener la mayor previsibilidad posible para las personas con demencia en las primeras etapas. Establecer rutinas tempranamente también puede ser un mejor augurio para su progresión hacia las etapas intermedias de la enfermedad.
En estas etapas, la familiaridad es la mejor aliada de la persona, ya que su capacidad de adaptación disminuye notablemente. Con esto, también lo hace la automaticidad de las tareas y la duración de la atención, lo que afecta su capacidad para concentrarse durante largos periodos. En este punto, las tareas largas se vuelven más difíciles de gestionar y los procedimientos con muchos pasos se vuelven más difíciles de retener. Sin embargo, la persistencia es beneficiosa para el cuidador, ya que cuanto más se le obligue a la persona con demencia a realizar este tipo de tareas, más tiempo podrá retener las habilidades necesarias, lo que, a su vez, le infunde un sentido de propósito y confianza; rasgos que se vuelven cada vez más cruciales a medida que la enfermedad avanza. Y la dificultad que conlleva la pérdida de comunicación y movilidad se agrava con la ansiedad abrumadora que todos estos cambios pueden generar, lo que genera más confusión, frustración, agitación y otros problemas de comportamiento.
Comenzando temprano con un sentido de estabilidad
Como cuidador, brindar estabilidad a una persona con demencia o Alzheimer es una de las mejores medidas a tomar. Algunas estrategias que pueden ayudar a crear una rutina diaria fácil de seguir, pero lo suficientemente flexible como para modificarla, son las siguientes:
Planifique rutinas según sus preferencias: La probabilidad de que una persona con demencia mantenga una rutina depende de que esta le resulte lo más familiar posible. Si es familiar, debería ser fácil saber qué tipo de tareas o actividades realizaba a diario. Sin embargo, si es una persona externa que viene a cuidar a la persona , averigüe qué tipo de tareas realizaba, qué pasatiempos o actividades disfrutaba antes de su diagnóstico. Por ejemplo, si la persona era de hábitos y le gustaban ciertos alimentos o comidas, siga cocinándoselos u ofreciéndoselos. O, si solía salir a correr por la mañana, a montar en bicicleta al mediodía o a caminar después de cenar, intente mantener esa rutina de ejercicios.
- Crear tareas cooperativas: Las personas con demencia en etapa temprana o intermedia a menudo se sienten inútiles cuando ya no participan en las tareas cotidianas, por lo que pedirles que realicen tareas domésticas rutinarias (obviamente, según su nivel de capacidad) con usted puede ser muy beneficioso. Por ejemplo, algo como barrer y que la persona sostenga el recogedor les dará una sensación de propósito y logro. La clave es no criticar cómo realizan la tarea, sino elogiarla por haberla hecho.
- Establecer una noción del tiempo con los eventos: A medida que la demencia progresa, el paso del tiempo se vuelve difuso. De hecho, muchos de estos tipos de trastornos neurológicos pueden provocar la alteración de los ritmos circadianos, dificultando el sueño y la diferenciación entre el día y la noche. Por lo tanto, basar las tareas o actividades en la hora del día o después de las comidas puede ser una excelente manera de incorporar señales no verbales a una rutina. Esto es especialmente importante cuando las habilidades de comunicación se ven más comprometidas y se necesita recurrir más a otros modos de comunicación además de las señales verbales. Por ejemplo, si a la persona con demencia se le indica que realice una actividad específica al abrir la cortina y llega a reconocer la luz del sol como el desencadenante del comportamiento, es posible que con el tiempo asocie la luz con la actividad. Este tipo de pistas visuales pueden servir como comunicados para que la persona realice tareas o actividades específicas en momentos determinados. La buena noticia es que, a medida que se sienta más cómodo con la persona que cuida y sea más consciente de los signos que aumentan o de los síntomas que debe vigilar, será cada vez más fácil mantener una rutina diaria. Recuerde que las interrupciones o cambios en la rutina ocurrirán con el tiempo, pero la clave es no ponerse nervioso, ya que esto podría agravar la situación.
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